23 de Setiembre del 2020 Y aquí estoy, sintiendo que hoy es el día de volver a escribir mi historia después de mil borrones, ideas y miedos. Sólo de pensarlo me estremezco, siento mis vellos de punta, el corazón me late fuerte y las manos empiezan a sudarme. Su llegada al mundo fue lenta, parto inducido que no inducía, tactos vaginales dolorosos, fiebre, episiotomía y ventosa. Todo después de un embarazo con múltiples dificultades pero que poco a poco, con paciencia y cuidados íbamos superando. Y allí estaba ella, que emoción, igualita a su padre de bonita, gordita y sorprendida de ver el mundo que la rodea. El papá llorando de alegría y yo con los labios pintados de rosa preparada para ser una madre al día y moderna, así de esas madres que casi que te obligan a ser. En el mismo paritorio y mientras me cosían el desgarro Manuela comienza a mamar, estaba aturdida, no me esperaba esa interacción tan rápida, pero ahí estaba ella, sintiendo a su mamá cerca y de verdad. Duele, supon
Valme. 2016. Previamente, igual que con mi hija mayor, escasa información en las clases preparto y en el hospital nada. Nada más nacer, en el paritorio, tuvo un agarre espontáneo genial. El día que llegó la sanitaria que le hizo la prueba del oído estaba yo sentada dándole el pecho a mi hija y me obligó a quitarla y acostarla en la cuna, y no sólo eso si no que me pidió un chupete para mojarlo en almíbar para que estuviera calladita sin molestarle a ella, cosa que me parece totalmente innecesario y cruel y su trato fue muy inapropiado. En ningún momento hubo nadie que mirase si iba todo rodado o nos preguntase sobre cómo iba la lactancia, eso sí con ella nadie entró ofreciéndonos un biberón. (4 años y 3 meses y seguimos). Elisabeth